miércoles, 8 de abril de 2015

CRECER EN LA DERROTA






La sociedad actual nos ametralla a diario con mensajes constantes de éxito. En ellos, intentan separar de forma rápida y contundente los triunfadores de los fracasados. Cualquier campaña de marketing va dirigida a segregar la población entre ganadores y perdedores. Toma esta bebida para ser feliz, no como esos otros amargados que prefieren otra marca Si quieres destacar sobre el resto, debes rociarte a diario con esta cara colonia. Usa este modelo de botas si quieres ser como Neymar. Y así con todo.

En el fútbol, que no es más que un reflejo acotado de la vida, pasa lo mismo. Muchos medios de comunicación están buscando constantemente argumentos para ensalzar a unos y señalar a otros. Se crean atmósferas postizas en beneficio de la polémica. Ganar, ganar y ganar. Eso es lo único que importa en la y sociedad y, cómo no, en el fútbol.

Sin embargo, hay algo que nadie dice: para ganar hay que hacer las cosas muy bien. De hecho, generalmente hay que hacerlas mejor que tu oponente. A veces, ni siquiera eso es suficiente. Ser mejor que tu rival no siempre está a tu alcance. Tu equipo puede llegar a ser la mejor versión de sí mismo y, además, intentar minimizar las virtudes del equipo rival. Soy un fiel defensor de que en el fútbol, como en la vida, hay que dar extrema importancia al proceso. Es decir, eso de que 'hay que ganar por lo civil o por lo criminal' o 'tenemos que conseguirlo como sea' no tiene demasiado sentido. Uno no puede fijar la mirada en su objetivo final y olvidarse del proceso. Del mismo modo que no tiene sentido proponerte llegar a la azotea de un edificio sin saber dónde están las escaleras. Es básico poner atención en el proceso. Debemos hacer lo posible para llegar a la hora de la verdad en disposición de mostrar la mejor versión de nosotros mismos.

Lo primero de todo es mirar a la cima y anhelar llegar a ella sí. Pero hay que ser consciente de que primero hay que encontrar la escalera y luego habrá que subirla escalón a escalón. En el fútbol no existe garantía de éxito. Puedes pasar la semana preparando un partido a conciencia. Conocer a la perfección a cada jugador rival, su sistema de juego, por dónde le gusta atacar o cuáles son sus puntos débiles en defensa. Puedes gastar horas y horas en ejercicios específicos para plantear el partido de la mejor manera posible. Sin embargo, en el fútbol hay millones de factores que influyen en el resultado final. Puedes ensayar la estrategia tanto como quieras, pero si durante el partido el lanzador no está fino en el toque, de nada habrá servido. Defiendes ordenado, tapando las líneas de pase más peligrosas del rival, pero un resbalón inoportuno te ajusticia. Factores incontrolables que marcan la diferencia. Factores ajenos al proceso.

Por eso, más allá de analizar un partido en función del resultado, pienso que es importante poner especial énfasis en el proceso. No es lógico que la lectura de un partido cambie si aquel último remate da en el poste y entra, significando el dos a uno o, por contra, se vaya fuera por centímetros y te quedes con un paupérrimo empate en casa. Las victorias tapan muchos fallos en el proceso. Cuando ganas, se magnifica todo lo bueno que has hecho. La derrota, en cambio es la mejor aliada para el análisis y la autocrítica. Después de una derrota, el análisis del partido es mucho más exhaustivo. Se remarcan los errores con más vehemencia para que no se repitan más.

Es evidente, que todo el mundo juega (y vive) para ganar, porque así lo exige esta sociedad actual del éxito express. Sin embargo, una derrota puede ser más beneficiosa a la larga. Puedes desgranar mejor dónde están tus puntos débiles y atajarlos de raíz, antes de que una victoria y un par de empates le quiten importancia a esas carencias. Un buen partido que termina en derrota, puede tener unos beneficios para el equipo que la victoria jamás podrá aportar. Algunas derrotas son una oportunidad para crecer.