lunes, 1 de julio de 2013

MOTOS Y BICICLETAS







Hacía mucho tiempo que no escribía en el blog. Seguramente demasiado. En el frenético vaivén del día a día uno se olvida de encontrar tiempo para uno mismo. Trata de cumplir con sus quehaceres y obligaciones, pero no se acomoda para disfrutar de lo que le gusta. Lo cierto es que últimamente andaba un poco desanimado con tanta rivalidad artificial entre Barça y Madrid, la salida de muchos futbolistas a ligas extranjeras y la sensación de que nos acabaremos aburriendo del fútbol si seguimos por este camino.
Para ser sincero, mi devoción por el balompié ha ido decreciendo en los últimos meses. 'Llamadme romántico o antiguo, pero para mí el FÚTBOL es 4-4-2, botas negras, dorsales del 1 al 11 y libertad táctica. El resto es puro circo' twiteé hace unas semanas. Lógicamente, ésa fue una afirmación llevada al extremo, pero que explica claramente mi idea: Cada vez disfrutamos menos de la esencia del fútbol.

Todo eso, esa crisis  de ideales, se esfumó en sólo tres minutos anoche. El tiempo que sonó el himno de Brasil en la final de la Copa Confederaciones, jaleado a pleno pulmón por un Maracaná enloquecido. Me puse en pie en medio del salón. Esto sí! -pensé-. La Torcida brasileña me devolvió a la realidad.

Y es que visitar al Pentacampeón del mundo en su propia casa son palabras mayores. Algunos periodistas (y/o colaboradores, ¿qué sé yo?) se llenaban la boca hablando de la superioridad española. De las excelencias de la Roja. De la debilidad de Brasil. De ganar el partido sin sudarlo, en definitiva. Nada de eso.
Desde que sonaron los himnos en la previa, la Canarinha ya iba por delante. 
Salieron los de Scolari agresivos, casi endemoniados. Nada más empezar, recibió Hulk, inmenso, para enroscar un balón a pierna cambiada que Casillas, Arbeloa y Piqué se encargaron de dejar en bandeja a Fred, que olfateó la duda y puso el 1a0. Siempre digo que la gran virtud de la actual Brasil es la defensa. J.César, D.Luiz y Thiago Silva, parecían gigantes, muros infranqueables para la tímida España. Marcelo y Alves hicieron lo que mejor saben: asfixiar al extremo rival que viene a recibir y salir como obuses, pegados a la cal, hacia adelante.
Mención especial para Paulinho y L.Gustavo, que anoche nos regalaron una actuación memorable. Solidarios en las ayudas para frenar a Pedro y Mata, atentos a cualquier imprecisión de Torres para robar, desconectando a Xavi e Iniesta del ataque español y, sobre todo, asegurando el primer pase después de una pérdida de balón de los de Del Bosque. El resto, toda la virtud brasileña, llegó por inercia: una consecuencia lógica del brutal despliegue de aquellos dos 'animales'. Así se gana un partido.

Se desplegó tímidamente España, empujado por la vergüenza torera de quien se ve ampliamente superado. Apareció Torres para revolverse y filtrar un pase Mata que acabó con D.Luiz tumbado en la línea, desbaratando el remate de Pedro. Cada pérdida de balón española supuso un drama. En una de éstas se plantó Neymar al borde del área. Se atascó e, inteligente, se apoyó en Óscar antes de clavar el balón en la escuadra con la zurda. Arbeloa cerró demasiado y Alba no respetó la línea de fuera de juego. No era el día ayer.
El descanso supuso un alivio. Pero recién iniciada la segunda mitad, Hulk decidió finiquitar el partido. Recibió de espaldas, puso el cuerpo, aguantó el choque de Alba, se giró y sirvió para que Fred, venenoso durante todo el torneo, pusiera el 3a0 en el luminoso de Maracaná.
A partir de ahí, poco más. Ramos, en un exceso de responsabilidad, mandó el lanzamiento de penalti fuera. Julio César, imperial ante Villa y Pedro. Neymar, imparable en la carrera al espacio, quería más, pero el marcador quedó así.

Muchas veces, los entrenadores o analistas recurren a la palabra INTENSIDAD para explicar la amplia diferencia entre equipos de nivel parejo. Para que se entienda mejor, me gusta decir que un equipo va en moto y otro en bicicleta. Cada disputa, cada carrera, cada salto, cada rechace se decanta a favor del equipo que pone la intensidad. Nada de suerte, por mucho que lo repitieran en la retransmisión de Tele5.

España es la mejor selección del mundo. Eso no va a cambiar por un partido. Brasil estaba en casa, hambrienta de éxitos. España, con demasiados kilómetros en las piernas de Xavi, no pudo dominar ni a Italia en semis, ni a Brasil en la final. Este equipo ha dado mucho espectáculo en los últimos años y lo seguirá dando, pero parece buen momento para replantearse ciertas cosas. Los equipos físicos están empezando a saber cómo neutralizar a centrocampistas talentosos. Ahogar la salida de balón, hacer correr a los defensas hacia atrás y buscar situaciones de 1 contra 1 cerca de la portería rival.

Tengo ganas de ver cómo España se levanta de un golpe así.

'EL ESFUERZO SUPERA AL TALENTO CUANDO EL TALENTO NO SE ESTÁ ESFORZANDO'