viernes, 15 de marzo de 2013

PAN Y CIRCO






Una de las prácticas más habituales de los Emperadores de la Antigua Roma era regalar trigo y entradas para el Circo a los ciudadanos más pobres. De este modo, mantenían sus estómagos contentos y sus mentes distraídas con un entretenimiento de discutible gusto. Por suerte, no todo el mundo se conformaba con esas migajas. El poeta Decimo Junio Juvenal, laureado por sus afiladas sátiras, escibió en el siglo I d.C. lo siguiente:

"Hace ya mucho tiempo, de cuando no vendiamos nuestro voto a ningún hombre, hemos abandonado nuestros deberes; la gente que alguna vez llevó a cabo comando militar, alta oficina civil, legiones— todo, ahora se limita a sí misma y ansiosamente espera por sólo dos cosas: pan y circo"

Es decir, obviar lo esencial y darle importancia a lo superfluo. Me pregunto si nosotros, los aficionados al fútbol, también hemos abandonado nuestros deberes como espectadores. Solemos pasar por alto una magistral maniobra de Özil y ponemos todo el énfasis del mundo en una decisión arbitral que nos parece acertada o errónea según el color del filtro que le apliquemos. Miramos con lupa un posible fuera de juego de Iniesta y no debatimos con pasión en el bar la maestría de Busquets en el centro del campo. 
Discutimos por Facebook o Twitter quién es mejor, como si nosotros tuviéramos alguna influencia en lo que sucede en un rectángulo de césped donde 22 millonarios tratan de ofrecer espectáculo. Nos atribuimos méritos que no nos corresponden.


Nunca fui un fanático. Me gusta el fútbol, sí. Pero difícilmente mi estado de ánimo va a variar por un resultado de Copa del Rey o de Champions League. Entiendo que los seguidores acérrimos son necesarios para el fútbol. Alguien tiene que comprar las camisetas, pagar los carnets de socio, gastarse el dinero en desplazarse con el equipo y demás actos de fidelidad a unos colores. Alguien tiene que sufrir y explotar de alegría para mantener vivo el negocio. En mi opinión, ésa es una admirable postura. Siempre dentro de los límites de la coherencia.

Hoy en día, la prensa ejerce un gran poder en la opinión del pueblo. Seguramente demasiado. Actualmente, muchos medios, por suerte no todos, se han convertido en un foco de atención para un determinado conjunto de consumidores que se arriman a lo que sus oídos quieren escuchar.
Se puede hablar media hora sobre una posible mano en el área, pero se pasa por alto un buen regate de Xabi Prieto, un golpeo exquisito de Barkero, un pase entre líneas de Verdú o un desmarque al espacio de Rubén Castro.

Vivimos en una sociedad que busca la comodidad de lo inmediato. El debate instantáneo donde se defienden posturas extremas con argumentos débiles y en voz muy alta. Todo el mundo se vuelve erudito y, desde luego, la opinión propia es la única válida. Construir juicios de valor sobre cimientos inestables. 
Hemos llegado a un punto en el que se le puede gritar el sonido del mono a un futbolsita de raza negra sin mayores consecuencias. Se abuchea al jugador rival que cae lesionado e, incluso, se corea 'muérete!' o 'písalo!'. 

Nos hemos vuelto adictos a la polémica estéril. Yonkis de la crispación permanente. El fútbol, que de por sí ya es una distracción de la realidad de la sociedad, también ha tomado el camino de la radicalización.
No debemos permitir que nos empobrezcan progresivamente. No nos conformemos con oír polémicas arbitrales y ruedas de prensa controvertidas. No fomentemos los cruces de declaraciones entre periodistas que interpretan un papel con la bufanda al cuello. En definitiva, rechacemos el Pan y Circo dentro del fútbol porque merecemos algo mejor.

'LA VIRTUD ES INTRÉPIDA Y LA VOLUNTAD NUNCA ES MEDROSA' -W. Shakespeare-