lunes, 27 de febrero de 2012

MALOS TIEMPOS PARA EL BALOMPIÉ



Empiezo a preocuparme. Tiempo atrás, era incapaz de desaprovechar un programa de televisión o radio cuyo tema central fuera el fútbol. Los goleadores de Segunda División, los resultados de mis equipos favoritos en Francia, jóvenes promesas de la Copa Libertadores, saber cómo les iba a las selecciones africanas en cualquier competición o si Henry había marcado arrancando en velocidad a pase de Vieira. Cualquier información que implicara un balón centelleando sobre el césped me obligaba a abandonar todos mis quehaceres y clavar mis ojos en la pantalla de televisión. Una especie de imán implacable.

Hoy en día, puedo irme a la cama sin haber visto el slalom sideral de Messi o el elegante control de Benzema. Lo que hace un tiempo era impensable para mí, se ha convertido en realidad por un simple motivo: la incesante manipulación, visión sesgada y periodismo de bufanda de muchos (no todos, por suerte) medios de comunicación.

Bien es cierto que Barcelona y Madrid son los equipos con más audiencia en este país. También está claro que su masa social les otorga una dimensión estratosférica. Sin embargo, el inmoral reparto de los ingresos por televisión no hace más que dilatar una brecha entre los dos grandes de este país y el resto de equipos. No soy amigo de la demagogia barata. No voy a decir que tal o cual país se gestiona mejor en temas futbolísticos. Cada 'pueblo' tiene una idiosincrasia propia y con ella debe convivir.
Ahora mismo, en España, el líder de la Liga (Real Madrid) le saca 24 puntos al 3o (Valencia). Los mismos puntos que separan a ese Valencia del colista, un descolgadísimo Zaragoza. Tampoco simpatizo con los datos numéricos en fútbol, lo sabéis de sobra. Pero cuando una circunstancia se repite con mucha asiduidad, es momento de parar de correr fulgurantemente, desoír las voces del alboroto y pararse a reflexionar.

Todos los implicados (árbitros, jugadores, entrenadores, directivos,...) están siendo sometidos a una fuerte presión. Situaciones límite que, en ocasiones, les hacen descarrilar del sendero de la normalidad. Ahí está la gran responsabilidad de estos medios de comunicación: fomentar la crispación y luego rasgarse las vestiduras ante sucesos antideportivos.
 
Sé que la polémica fomenta expectación a corto plazo y otorga réditos inmediatos. Pero los edificios sólidos se construyen sobre firmes cimientos. Los cimientos del honor al rival, del espíritu de sacrificio, del compañerismo, del respeto a la esencia del juego, de aceptar las decepciones y aprender de ellas... Los cimientos que han llevado al fútbol a denominarse Deporte Rey. Todo eso lo estamos perdiendo y, a largo plazo, nos pasará factura. Está muy bien discutir un rato con el vecino sobre el 'atraco arbitral', las 'hormonas de Messi', el 'status de asesino' de Pepe o el teatro de Busquets, Marcelo, Alves o Di María. De ahí a hacer girar cualquier conversación futbolística alrededor de temas que no tienen nada que ver con el juego, hay un mundo.

El fútbol es un negocio. Pero no uno como otro cualquiera. En el balompié, la pasión de los clientes (aficionados) adquiere una importancia capital. La prensa, ese cuarto poder, aprovecha la situación para hacer creer a sus clientes que es más importante no pitar un fuera de juego dudoso que un gran remate, que las declaraciones de un entrenador ocupan más portadas que los esfuerzos de un equipo modesto por mantenerse en la Primera División.

Propongo algo: reconozcamos cuando un equipo es mejor que otro, démosle el mérito a quienes hacen las cosas bien, preocupémonos por quién es el portero del Granada o la enorme progresión del centrocampista de la Real Sociedad. No nos convirtamos en borregos de la discrepancia ni en cómplices del grito gratuito en platós de televisión.  Estamos a tiempo de voltear la situación y demostrar que somos individuos con ideas propias.

A VECES FANTASEO CON VIVIR EN UN LUGAR DONDE LAS NOTICIAS DEPORTIVAS HABLEN DE DEPORTE. LLAMADME SOÑADOR, AMANTE DE LA UTOPÍA.

lunes, 13 de febrero de 2012

ÁFRICA TIENE MEMORIA



11 de la noche en Libreville (Gabón) y así estaba Sunzu: a 11 metros de la redención zambiana, solo contra el mundo, masticando responsabilidad. Tras 17 penalties aún no había ganador de la 28ª edición de la Copa de África de Naciones. Kalaba, ese talento innato, había desaprovechado su oportunidad instantes antes, pero el destino estaba del lado zambiano. Gervinho lanzó su penalty a las nubes y Sunzu dio un paso al frente. Imagino lo que debió pasar por su cabeza en ese tiempo que transcurre entre que el árbitro pita y el jugador golpea el balón. Apenas 2 segundos que parecen una eternidad.

Allí mismo, en Libreville, murió toda la selección zambiana en el trágico accidente de 1993. Todos salvo Kalusha Bwalyia, único zambiano en Europa (PSV Eindoven) que debía encontrarse con sus compañeros en Dakar. Pero sus 'hermanos' nunca aterrizaron en suelo senegalés porque el avión militar que les transportaba falló y se desplomó en aguas gabonesas. Sí, en Gabón, justamente el lugar donde ayer se disputó la final entre Zambia y  Costa de Marfil ante la atenta y nostálgica mirada de Bwalyia desde el palco, ahora presidente de la Federación Zambiana.

-Oye, ¿Costa de Marfil es muy superior verdad?.- Me han preguntado sin cesar estos días.
+Sí, lo es. Pero el destino le tiene algo muy bonito reservado a Zambia.-Ha sido siempre mi respuesta.
-Pero...¿Touré, Drogba, Gervinho y todos ésos son de Costa de Marfil, no? Ganarán fácil.
+En teoría sí. Pero Zambia vuelve al lugar del trágico accidente y en África se cree mucho en el destino. Así que cualquier cosa puede pasar. Yo voy con Zambia.
 Ésta ha sido la conversación estándar de los últimos días para mí. He convencido a todos mis allegados de que Zambia merecía ese triunfo a pesar de su inferior potencial: Jugadores de la liga de Zambia, de la liga Sudafricana, de la liga Congoleña y de la liga China. Sólo uno de ellos, Emmanuel Mayuka, un cuchillo cerca del área rival, militando en Europa. En el Young Boys suizo.

Ya dijimos que Zambia huye del modelo de fútbol del África Negra. No tiene músculo, así que opta por la electricidad. Así lo hizo ayer: combinó fugaz en el centro del campo para llevar el balón a zonas de peligro y encontrar el 1 contra 1, del que salía vencedor cada vez. Kalaba, Mayuka, Felix Katongo y, sobretodo, Cristopher Katongo (MVP del torneo) convirtieron el rectángulo de juego en un velódromo, un circuito de velocidad inabarcable para las poderosas figuras marfileñas. Herve Renard (entrenador de Zambia) supo atacar los órganos vitales de Los Elefantes y guió a los Chipolopolos (balas de cobre) al primer título continental de su historia.

Erró Drogba un penalty en la 2a parte, como ya lo hizo Gyan en las semifinales. ¿Casualidad? No lo creo, nadie lo cree. Lanzó el marfileño por encima del poste a las nubes. Al mismo cielo que presenció por última vez la alegría de aquella magnífica generación. Me gusta pensar que los Héroes Caídos del 93 empujaron ese balón de Drogba hacia ellos, y que desde allí, en las alturas, disfrutan de la victoria de anoche.

Sunzu, enorme durante toda la competición, sentenció la final. África sonrió. Zambia, 19 años después, pudo ofrecer a las víctimas lo que ellos habían perseguido: la Copa de África. 2generaciones tan distantes y tan cercanas a la vez, unidas por un mismo lugar y un mismo espíritu de superación. Un colofón inmejorable para un gran campeonato.

ME SIENTO ORGULLOSO DE HABER CONSEGUIDO AFICIONAR AL FÚTBOL AFRICANO A QUIENES ME HAN ACOMPAÑADO EN ESTE PASEO POR EL GOLFO DE GUINEA.

jueves, 9 de febrero de 2012

EL CAPRICHOSO DESTINO DE ZAMBIA


Hablar de Zambia parece algo lejano y débil, casi transparente para el mundo occidental. Tuve la oportunidad de visitar Lussaka, la capital, hace apenas 3 meses y la impresión que me dejó se antoja imborrable. Un país al Sureste de África con un desarrollo y una organización extraordinarios.

Referirse al fútbol zambiano es sentir de nuevo la punzada del dolor, rememorar el aroma de la catástrofe. En la primavera de 1993 todo era alegría en la expedición zambiana, que acababa de derrotar por 0-3 a la débil selección de Islas Mauricio en la lucha por llegar al Mundial de EEUU 94. Toda la plantilla, excepto los 'privilegiados' que hacían carrera en Europa, debía volar rumbo a Senegal. Hicieron escala en Libreville (Gabón), último rincón en disfrutar de la alegría de un grupo de jugadores que empezaba a hacerse un hueco en el panorama futbolístico mundial. El avión apenas había alcanzado su punto álgido en el cielo cuando algo falló e, irremediablemente, se convirtió en un ataúd aéreo que se estrelló contra las aguas de la costa gabonesa. La expedición al completo murió en aquella tragedia y un grito de dolor sacudió una África acostumbrada, lamentablemente, a mazazos de este calibre.

19 años después se va a cerrar un círculo. Este fin de semana Zambia va a disputar en Gabón, terreno de nefasto recuerdo, la final de la Copa de África de Naciones frente a Costa de Marfil. Lo hará con todo merecimiento, de la mano de un fútbol alegre y eléctrico, empujado por el aliento de aquella magnífica generación que marcó el camino del éxito y de todo un pueblo.
Ayer Ghana fue mejor que los Chipolopolos ('balas de cobre', apodo con el que se conoce a los zambianos). Incluso Gyan, incapaz de soltar el lastre que le persigue, erró un penalty. O, mejor dicho, Mweene lo detuvo. Pero el destino estaba escrito, Zambia debía pasar y así lo hizo Mayuka: controló de espaldas, se giró y lanzó un dardo, envenenado y certero, a la esquina de la portería, terreno inabarcable para el arquero ghanés.

Zambia huye del estereotipo de equipos del África Negra. Sin músculo en el que apoyarse, opta por la combinación vertiginosa, el desequilibrio, las piernas ligeras y livianas y el ataque de los espacios. Cris Katongo, en su 4º Copa África se cuelga los galones. Sin ninguna virtud aparente, es capaz de ordenar a todos los zambianos a su alrededor, pelea cada balón como si fuera el último y, sobretodo, lee el fútbol. Aprovecha el desbocado talento de Kalaba, la movilidad incontenible de Mayuka y la potencia física de Chamanga.

Cada gol de Zambia es una fiesta. Sus bailes en cada celebración son un homenaje a los héroes de aquel maldito accidente. Enfrente tendrán a Costa de Marfil, una apisonadora que acumula 9 goles a favor y aún no ha encajado ninguno. La superioridad de los Drogba, Touré, Gervinho y compañía parece suficiente para levantar la Copa después de 20 años de sequía de Los Elefantes.

El destino es caprichoso en sus asignaciones, pero las cosas no pasan porque sí, sin más. Zambia va a bajar al barro, a mirar a los ojos a la catástrofe del pasado y, por fin, va a liberarse de aquella pesada losa. Lo hará con su alegría habitual, mostrando ese descaro que le ha llevado hasta aquí: frente al espejo del destino.

RECORDEMOS, AMIGOS, QUE EN ÁFRICA UNO NUNCA TIENE SEGURIDAD DE NADA. POR ESO NOS APASIONA SU LATIDO SALVAJE.