martes, 19 de junio de 2012

ESCLAVOS DEL TOQUE, REHENES DE LA POSESIÓN





La sociedad actual nos bombardea con la idea de alcanzar objetivos, de colgar el cartel de fracasados a quienes no cumplen con los números que se le han exigido. Sin embargo, a menudo, los números no nos dejan disfrutar del paseo vital. No permiten explotar el verdadero potencial por miedo a no cumplir con los números. Los malditos números. Toneladas de brillantez que se pierden por el camino, en busca de ese maldito objetivo. La tan anhelada seguridad.
El fútbol, un retrato salvaje de la sociedad, lleva esta circunstancia al extremo. La presión de los medios de comunicación, las exigencias de los Sponsors, las rivalidades que van más allá de lo deportivo,… Atenazan a sus actores principales. Sólo vale la victoria si no quieres ser el centro de las críticas y caer en el cajón de los olvidados.

“Somos la única selección que ha pasado a ¼ de final de esta Eurocopa y no nos hemos abrazado para celebrarlo. Hemos pasado de pobres a ricos muy deprisa y ya no valoramos  nada” recitó, apesadumbrado, Vicente del Bosque en rueda de prensa tras la ajustada victoria de España ante Croacia.
Cuando algo no funciona como uno espera, la primera tentación es la de mirar al pasado en busca de sonrisas en la memoria. Un pasado mejor. Irremediablemente, nos trasladamos a la época de Luis Aragonés. Una Eurocopa donde los laterales eran locomotoras de ida y vuelta, Marcos Senna se multiplicaba, Xavi ejercía de calculadora humana y el equipo llegaba con fluidez a zonas de ataque. Fútbol apasionante, donde el control del balón era un arma para poder atacar la defensa rival.

La llegada de Del Bosque a la selección supuso algunos cambios. Se ganó un Mundial sin encajar un solo gol en los 4 partidos de eliminatoria directa (Portugal, Paraguay, Alemania y Holanda). Una solidez defensiva extraordinaria combinada con un solitario gol a favor en las postrimerías del partido. Gloria contenida. Laureles con menos brillo.
Acabó el Mundial y todas las selecciones querían batir a España, un muro que parecía impenetrable. Batacazos en algunos amistosos de entidad (Portugal, Argentina,...), clasificación holgada para la Eurocopa y la sensación de que éste no es el equipo que podría llegar a ser. Que España tiene mimbres para demostrar mucho más de lo que hasta ahora había exhibido.
Los laterales ya no se incorporaban tanto, el doble pivote Xabi Alonso-Busquets resultaba demasiado horizontal, había exceso de tránsito en el centro del campo, todos querían la pelota al pie y no al espacio, las bandas habían perdido importancia. 

Todo el mundo esperaba un golpe sobre la mesa español en esta Eurocopa. Los rivales conocen el juego de España y saben perfectamente cómo minimizar el peligro: Crear un embudo por el centro y dejar las bandas libres sabiendo que por ahí España ya no enseña los colmillos como solía.
Lo hicieron Italia y Croacia a la perfección. La cosa pudo acabar mal para España. Pero aparecieron Casillas, Cesc, Iniesta y Silva, superclases mundiales, para resolver el entuerto. 

EL equipo de Del Bosque se ha acostumbrado a la rutina de tener balón. Pases sin riesgo y retaguardia bien cubierta: ésas son las directrices de este equipo. Por suerte, Silva, Iniesta y Cesc (cuando entra) necesitan adrenalina y nos regalan algunos detalles de genialidad. Ellos tienen la llave.
Sería necio decir que España juega mal. Los resultados cosechados y la superioridad que demuestra son indiscutibles. Sin embargo, nos queda ese sabor agridulce en los labios. Esa sensación de saber que el éxito se va fraguando poco a poco, pero el camino no es todo lo apasionante que podría ser. Que si jugar con gente en las bandas, que si dar entrada a Cazorla y Mata, que si rotar en la posición de 9, que si poner 3 defensas... Quién sabe? Simplemente sabemos que este equipo transmitía unos impulsos que parecen haberse evaporado.

"Que este equipo ya no es lo que era. Que se ha vuelto Esclavo de la Posesión de Balón. Rehén del toquecito en corto."

Dicho esto, España sigue siendo la mejor selección del mundo mientras nadie demuestre lo contrario. Yo seguiré esperando a que me devuelvan aquellas antiguas sensaciones que tanto me gustaban.